Almodóvar, Banderas, Penélope y Bardem… en las Fallas

“(…) Los ninots de las fallas les miraban. Les sonreían. Sólo los muñecos de cartón, poseedores del sexto sentido, adivinaron el porqué de la unión de Lucrecia y Jordi. Una alegre traca de pólvora e incienso cambió el decorado. Sonaron doce campanadas.

Magia, cámaras: ¡Acción! Una cicerone de película, Media Noche, salió al encuentro de la pareja, Lucrecia y Jordi. A la vuelta de la esquina, vieron a la reina de la calle: Patty Diphusa. ¡Divina de La Muerte! Plantada sobre dos plataformas, una en cada pie, se erigió en diosa en medio del caos cual Escarlata O’Hara. Sola, intrépida y frívola. Desvergonzada y locuaz, ingeniosa, en suma ¡encantadora! Exhibía Patty en el escenario un embarazo hermoso y cantaba: “¡Sí! ¡Voy a ser mamá! ¡Voy a tener un bebé!”. Jordi se sintió en un peliculón. Y pasó de espectador a actor. Jordi juró a Jorge que la muñeca de cartón piedra, Patty Diphusa, le lanzó un guiño que sólo vio él. ¡La mejor falla! Junto a la sex-symbol, rodeándola, habían acudido Addy Possa y Ana Conda, Carmen Maura, Rossy, Bibí y Bosé. ¡Siete Magníficas! Banderas y Poncela, Von Ética, allí todas y todos ninots, aplaudían la actuación de las siete divas. El dedo de Warhol inmortalizó la escena. El cuarteto Los Escarabajos estrenó con acento inglés. Raphael cantó de Escándalo. ¡Gurruchaga, mariachis! Madonna y Shaki bailaban a dúo el Waka Waka. Betty quiso sumarse a la fiesta. Patty le arrojó un mohín de envidia pero exclamó “¡Boop!”… y la dejó entrar en la barraca. Hoy, son amigas inseparables. –¡Sólo falta Pedro! ¿Estará de gira con MacNamara? –se aventuró Jordi. –Tal vez rueda en Alicante, ¡con Óscar! –apuntó Pe, la diva seductora, quien agitaba el abanico enviando señales a Bardem en un balcón. –Sí, según se mire, rodará cosas ligeramente falsas o ligeramente ciertas. ¡Una creación! Casi como suele explicar Almodóvar. –Bibí encendió la mecha y lanzó el cohete. En ese instante: ¡un frenazo! En la plaza, irrumpió un taxi. Todo el tendido a la luz de la luna quedó A-nonadado, todas pattidifusas, como Patty en su primera noche por Madrid La Nuit. El varonil taxista traía… ¡Adivínalo antes de leerlo! ¡Sí, sí, síííííííííííí! ¡Una bandeja de langostinos! ¡Y otra de jamón de Jabugo! Y estalló la ley del deseo en la barraca. A los ojos de Jordi se movió algo en la entrepierna de Patty. Sonó entonces la pulsión de un latido, tañido ensordecedor, ¡apasionado!, y otro y otro… hasta la docena. Con la última campanada, ¡espectacular!, se apagaron las luces de neón… (sólo Pedro puede desvelar -¡lo hará al escribir el guión de esta fiesta!- qué ocurrió allí en la oscuridad)… y cuando se escuchó por fin en la plaza “¡Hágase la luz!”, habían desaparecido la sex-symbol, el taxista y la luna. ¿Cenaron perdices? Jordi sigue preguntándose todavía si acaso “¡Pedro!” estaba dentro de la atrevida ninot. (…) (página 294-295)

“(…) ¿Y ahora qué? Hacía un calor impropio de finales de marzo. Jorge dejó que el sol le acariciara el pecho y le guió una intuición, igual que guió a su alma infantil en el despertar a la luz, sentado de niño en la escalera de la casa. Jorge giró despacio la cabeza: mirada inocente a la izquierda: ¡Desnuda! Melena rubia de ninfa, sirena osada, Marilyn angelical en el casto oasis. ¡Pechos hermosos… hermosísimos! ¡Blancos… perfectos! ¡Boca de fresa! ¡Para saborearla! Deseó un beso. Incrédulos, los ojos de Jorge se movieron con rapidez, descendieron ansiosos por el vientre de cisne, hasta abajo. Cierto: ¡Ángeles, desnuda! Su corazón batía apasionado, le golpeaba con frenesí el pecho por dentro. De la tierra, notó trepar por las piernas un calor desbocado de kundalini que escaló luego por el centro de la columna vertebral. Un griterío le atronó las entrañas. En la plenitud verde, le había asaltado un rayo de libertad primitiva. Excitado por la feminidad, renacida hacía ya tiempo dentro de Jorge, las valientes manos de hombre, sin pudor, se arrancaron el eslip que lanzó a Maya, más una mueca pícara: ¡Tuyo es! Maya lo atrapó y luego lo exhibió, en alarde de vanidad impropio de la mejor Eva, como si ofreciese la manzana tentadora a todo el mundo. (…) (páginas 158-159)

“(…) Pero llegó tarde el freno. Porque Jorge había aprovechado la alfombra tendida por el valor. La criatura había quitado, sin darse cuenta, el primer velo al misterio de la evolución humana: sintió osadía, don valioso. Pues el atrevimiento, impulso que guió también en sus creaciones al dibujante Walt Disney, en la escuela donde trazó sus primeros garabatos en 1910, se convierte con el tiempo en el coraje que agudiza tu ingenio y la curiosidad de abrir nuevas puertas. ¿Qué necesita el alma para volar en la felicidad? ¿Quieres descubrirlo? Las aventuras de Jorge contienen experiencias y claves que puedes vivir en estas páginas. ¿Cómo hallarlas? ¿Deseas saberlo? ¿De verdad? (…) (página 13)

“(…) Jorge vivía feliz con sus Dulcineas. En pocos años, las niñas crecieron: alondras que cantaban en el hogar. Trinaba la sonrisa de pajarito de la pequeña, mientras la hermanita mayor regalaba miradas y preguntas de inocente Bambi, de Disney. (…) (página 107

“(…) Gracias a la música, Jorge subió a un barco por primera vez, en esta vida, y surcó un mar que le acogió en sus brazos. En la isla, se sucedieron días fantásticos, noches inolvidables. Por las mañanas, nadaba en el agua cristalina de una playa pequeña y silenciosa, opuesta a la de Spielberg y su Tiburón. Y sintió las caricias de la arena. –Vamos a bañarnos con los peces. –Chapoteó Jesús El Trompeta. (…) (página 58)

“(…) En la isla de Tabarca en fiestas, soltaban vaquillas por la tarde y había verbena desde el anochecer. Después de la cena, los niños músicos cruzaron la plaza llena de parejas que bailaban agarradas. La banda del clarinetista Woody y el genial Armstrong, con Machín de vocalista, interpretaba rancheras de Rocío Dúrcal y baladas de Julio Iglesias: “¡Siempre hay por qué vivir, por qué luchar;/ siempre hay por quién sufrir y a quién amar./ Al final, las obras quedan las gentes se van,/ otros que vienen las continuarán:/ La vida sigue igual./” (…) (página 59)

“(…) Dirías que son entelequias o una genialidad real las obras pictóricas de Dalí y Picasso. ¿Y las creaciones de Buñuel en el cine y de Gaudí en la arquitectura? Las respuestas están ante ti. ¡Sí, acertaste! Son primero sueños hechos después realidad. Recuerda siempre que en primer lugar existen el sueño y el pensamiento que luego con imaginación, con voluntad y acción se encarnan y materializan. ¡Recuérdalo! (…) (pág. 148)

‘La Quimera del oro’ de Chaplin. “(…) Sin hallar la conciencia de Maya qué responder ahí al amigo, se le perdió la vista en la soledad de La quimera del oro de Chaplin, nublada por el sucedáneo caribeño. Montada en su carrusel cubano, más que leerlas lamía sus cartas. Nada le importó el tiempo marcado por las arrugas del calendario en su piel de mujer envejecida, ni la gran diferencia de edad con el muchacho. Vivía Maya en el sofá, esa noche, en el ayer de los viajes y por volver enseguida junto al ángel de su paraíso perdido. Jorge marchó a la cocina. Pasaron tres minutos. Jorge trajo un vaso de Cola Cao frío y otro de leche. Maya prefirió el cacao fresco. Con el último trago, Maya bostezó y se dejó embriagar por la pasión desbridada: –Me renace el corazón; me estalla la boca como un volcán. –Movió los labios entre suspiros de excitación y dudas por el temor a la pérdida–. Contigo me siento amada. –Se acurrucó a Jorge, en medio del sofá, y se pegó a su pecho–. ¡Tú sí que me comprendes! Mi alma vibra con él en Cuba… como necesita hoy. En esta sociedad de desengaños, Maya se complacía al ritmo de la salsa como la adolescente en su primer beso furtivo. Era esa mujer madura el vivo retrato de quien careció de la primorosa etapa juvenil, la adolescencia, tal vez por las imposiciones de una madre de pueblo y de la más rancia beatería. En definitiva, ella y sus circunstancias configuraban su vida actual, como enunció Ortega y Gasset con filosofía. Gracias a los deseos, henchida de placer, Maya se había precipitado en las manos de un joven a quien doblaba en edad. ¿Felicidad es saltar de la euforia cantarina a llorar a moco tendido? Juntos bajo la manta en el sofá, Maya apoyó la cabeza en el hombro de Jorge y rompió en lágrimas de sufrimiento. Le faltaba aire en la atmósfera húmeda: ¡Se ahogaba en su océano de tristeza! ¿La risa y el llanto son fármacos que socorren en el vivir inconsciente? (…) (Página 206-207)

Federico Fellini y Guido Contini. “(…) Disfrutaba del camino y vivía a sesenta pulsaciones por minuto. ¿Despacio o deprisa? ¿Quién fija la inquietud o la felicidad permanente de espíritu? ¡Tú misma! ¡Tú mismo! Mejor que lo haga tu libertad antes que las circunstancias a tu alrededor. Cuelga esa guirnalda de colores en el balcón de tu mente. Sonríe a la vida cogido a la mano de Guido Contini y Federico Fellini y convierte tu vida en el alegre circo de Philadelphia. Aprende de los niños como aconseja el príncipe Myshkin en la obra de Dostoyevski. (…) Página 326)

(Ver la sección Cine en el Índice anexo al final de la novela)

| Etiquetas | Comprar | Contacto | Política de privacidad