Lennon y Chaplin, el Guggenheim y Obama

“(…) Así pues, Jorge puso un nuevo rumbo a su vida cuando subió al tren. Destino: Vitoria. En el convoy, viajaba en la creencia de disponer en la mili de tiempo para moldear su futuro. El tren descansó siete horas en Teruel. Con otro recluta, Jorge contempló La Torre del Salvador y la capilla sixtina del arte mudéjar en La Catedral. Un autobús les llevó a Albarracín. Le deslumbró la muralla. Jorge probó las migas y una trucha de la sierra. Deseó ver las pinturas rupestres del Pinar de Rodeno pero debían volver ya al tren. De regreso en la estación, escuchó una canción de John Lennon (“La vida es lo que sucede mientras estás ocupado haciendo otros planes…”) y juzgó su idea sobre el futuro y ante todo vivir. El verano y el calor se apagaban. Y se acortó la tarde y el viaje en vagón de tercera. (…) (pág. 78)

Charles Chaplin y el arquitecto Calatrava “(…)Sin hallar la conciencia de Maya qué responder ahí al amigo, se le perdió la vista en la soledad de La quimera del oro de Chaplin, nublada por el sucedáneo caribeño. Montada en su carrusel cubano, más que leerlas lamía sus cartas. (…) (pág. 206) “(…) A la altura del cuarto piso, en la terraza envidió al arquitecto Calatrava y sus puentes. Necesitaba ahí un puente de dos metros para unir ambas terrazas: la abundancia y su precariedad. Porque si intentaba sortear la distancia saltando en el aire, si ponía el pie en la barandilla… podía resbalar y precipitarse al vacío. Por si acaso, descartó imitar las piruetas de Chaplin en la viga del rascacielos. Y mucho peor si llegaba la dueña y le pillaba en su terraza. ¿Qué excusa inventaría? (…) (pág. 259)

Puppy, el Guggenheim de Frank Gehry, Steve Jobs y Tomlinson. “(…) Ensimismado Gorka por tanta belleza bilbaína, le atrajo una figura: ¿Un animal? ¡Un perro! ¡Gigantesco! ¿De colores? ¡De flores! Puppy, simpático perrito de flores, jugaba con el sirimiri y custodiaba la entrada al monumental museo, Guggenheim Bilbao, recubierto a modo de escamas metálicas, brillantes como el casco del buque encerado por su creador Frank Gehry. Barco cargado de inspiración genial. Gorka admiró el ingenio. Semeja una ballena que traga y expulsa al tiempo a mujeres y hombres, jóvenes y ancianos, niñas y niños, a la inteligencia sedienta de saber y deseosa de cultura. Pero saciada siempre por la creatividad divina de las musas invisibles. En ese instante entraban al museo Steve Jobs y Ray Tomlinson, con el bailarín Nuréiev. (…) (pág. 319)

The New York Times y Barak Obama.“(…) En el periódico que mecía el traqueteo del tren, y el germano barbudo en sus manos, –sentado Gorka justo enfrente– el retrato de un hombre negro miraba fijamente a nuestro amigo, a la vez que sostenía sobre su cabeza el titular, a cinco columnas, de la noticia que abría The New York Times: Obama dona a obras sociales el sueldo completo de este año. (…) (pág. 311)

Bob Marley, Hip-hop, Queen y Mercury y Alejandro Sanz. “(…) La hija pequeña de Lucrecia B. les saludó con la sonrisa, sin dejar de pintar la puerta de la barraca donde cantaba Bob Marley. Gustaba de bailar Hip-hop y de colocarse piercing en los labios, nariz, ombligo… y a su madre le hacía poca gracia. ¿Qué diferencia esta moda de los pendientes que regalaban las abuelas? ¡La cantidad de agujeros! ¡El lugar! Jordi indagó en el paisaje fallero rebosante de mujeres. ¿Por qué lo femenino asumía allí más iniciativas? Se marcharon con música de Queen y la voz de Freddie Mercury en el altavoz de la barraca. En la de enfrente sonaba una canción de Alejandro Sanz. (…) (pág. 293)

Iñaki Azkuna, la Viuda de Epalza y Eulalia Abaitua. “(…) –¡Casilda! Al fin acabaremos tu parque –la agasajó el bigote del alcalde. –Eulalia, ¡maja!, haz la foto –pidió Koldo–: ¡Qué Azkuna tiene un Pleno! La fotógrafa oficial de la villa recogió con su cámara la instantánea repleta de barbudos y de señoras que exhibían diseños del modisto Balenciaga. La joven Eulalia Abaitua plasmó en su foto los agasajos del regidor Iñaki y los aplausos del pueblo a la benefactora bilbaína, viuda de Epalza, allí reencarnada. Gorka pasó de soslayo junto a la multitud. Caminó hacia la salida. ¿Tropezar una vez sólo en la misma piedra o vivir sin temor al traspié? Jamás es demérito el tropiezo, si aprendes de él. (…) (pág. 314)

(Ver las sección Personajes Populares en el Índice anexo al final de la novela)

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